Primero tenemos que definir qué es la manipulación emocional.
Esto nos da la Real Academia Española:
Del b. lat. manipulare.
1. tr. Operar con las manos o con cualquier instrumento.
2. tr. Trabajar demasiado algo, sobarlo, manosearlo.
3. tr. Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares.
4. tr. coloq. Manejar alguien los negocios a su modo, o mezclarse en los ajenos.
1. adj. Perteneciente o relativo a la emoción.
2. adj. emotivo (‖ sensible a las emociones).
Nos vamos haciendo una idea: vendría a ser la intervención con medios hábiles en las emociones, con distorsión de la verdad, y al servicio de intereses particulares.
Antes de que sigamos entrando en materia, quiero dejar claro por qué consideramos este tema tan importante: porque la manipulación emocional es seguramente la más común en el día a día, y una de las más efectivas.
Como cualquier persona que trabaje con ordenadores puede saber, los programas informáticos a veces se "cuelgan", o funcionan de forma inapropiada. Esto se debe a bugs o glitches, que son fallos en el software, y que desvirtúan el propósito del sistema lógico que supone el programa en cuestión.
Bien, pues estos pequeños errores en el código son los hilos de los que tiran los hackers informáticos para inutilizar, modificar, mejorar, y/o violar sistemas. Normalmente porque suponen el talón de Aquiles del software: su punto más vulnerable.
Es por esto que los informáticos que trabajan en seguridad se encargan de buscar y reparar estas vulnerabilidades antes de que los ciberdelincuentes tengan tiempo de aprovecharse de estas.
El cerebro humano, gracias al proceso evolutivo por el que ha llegado a donde está, tiene sesgos cognitivos, heurísticas, instintos, y atajos mentales, que dan forma y limitan nuestra percepción del entorno a varios niveles.
Estas piezas de software vivo, como todo sistema lógico, tienen vulnerabilidades. Y esto quiere decir que terceras partes pueden usarlas en su propio beneficio: la mente humana, como todo sistema, se puede hackear.
Estas piezas de software vivo, como todo sistema lógico, tienen vulnerabilidades. Y esto quiere decir que terceras partes pueden usarlas en su propio beneficio: la mente humana, como todo sistema, se puede hackear.
Ahora no estamos hablando exclusivamente de las emociones: estamos hablando de los varios niveles de inteligencia que el ser humano posee (recuerde lo que expusimos sobre que las personas difieren en sus habilidades).
Howard Gardner |
La teoría de las inteligencias múltiples fue propuesta en 1983 por el profesor Howard Gardner, de la Universidad de Harvard. Esta teoría viene a decir que hay más de un tipo de inteligencia, y él mismo aventura una lista plausible de tipos de inteligencia: lingüístico-verbal, lógico-matemática, espacial, musical, corpóreo-cinestésica, social, e intrapersonal.
Diferentes personas tiene diferentes inteligencias. Eso quiere decir que las personas tienen inteligencias más vulnerables, y otras menos. Lo que no quita para que ciertas vulnerabilidades estén más extendidas que otras. De hecho, la inteligencia que es más débil y permite la manipulación emocional es la inteligencia intrapersonal...
También conocida como "inteligencia emocional"...
Volvamos a la R.A.E:
Del lat. intelligentia.
1. f. Capacidad de entender o comprender.
2. f. Capacidad de resolver problemas.
3. f. Conocimiento, comprensión, acto de entender.
4. f. Sentido en que se puede tomar una proposición, un dicho o una expresión.
5. f. Habilidad, destreza y experiencia.
6. f. Trato y correspondencia secreta de dos o más personas o naciones entre sí.
7. f. Sustancia puramente espiritual.
inteligencia emocional
1. f. Capacidad de percibir y controlar los propios sentimientos y saber interpretar los de los demás.
Así pues, no es que los manipuladores sólo tengan unos pocos hilos de los que tirar, sino que lo menos costoso es ir a por las vulnerabilidades menos específicas, porque son más fáciles de encontrar. Casi siempre, esta vulnerabilidad es una pobre inteligencia emocional. O sea: una ausencia de templanza, autocontrol, o capacidad gestora de las propias emociones.
Ahora que vamos entrando en materia, ¿cuáles son nuestras principales emociones? Las emociones básicas con las que contamos los seres humanos y otros animales son la alegría, la ira, el miedo, el asco, la tristeza, y la sorpresa.
Las emociones aparecieron en la mente humana como herramientas adaptativas a entornos cambiantes: están dirigidas a favorecer la supervivencia y la reproducción de los individuos de la especie. Sin embargo, en la vida moderna, las emociones han perdido parte de su utilidad, tanto a causa de manipuladores emocionales como por una pobre gestión emocional.
Antes de proseguir, quiero subrayar tres ideas centrales en torno a las que va a girar esta entrada y las siguientes relacionadas con este tema:
1-Todos somos manipuladores: unos de forma consciente, y otros de forma inconsciente/automática.
2-La mejor posición para aprovecharse de cualquier escenario es ser quien mejor gestiona las emociones (propias y ajenas): son necesarias altas dosis de templanza y autocontrol.
3-Hay una variedad ENORME de formas de manipular emocionalmente a otros individuos o grupos, y casi todas se basan en generar reacciones emocionales predecibles.
1-Todos somos manipuladores
El sistema de valores común a la mayor parte de las personas retrata al que busca activamente el poder como un ser mezquino y profundamente egoísta en el peor de los casos, o un control freak en el mejor, con todo un espectro de adjetivos calificativos entre ambos que no vamos a reproducir aquí, pero que en resumidas cuentas vienen a decir: mala persona.
En la primera entrada del blog ya anunciábamos que nunca íbamos a analizar nada de este blog desde un punto de vista moral, sino práctico. Entendemos que la "bondad" y la "maldad" son construcciones sociales, de mayor o menor utilidad, pero inútiles al estudio de las relaciones de poder.
La realidad es que las sociedades "civilizadas" (que viven en ciudades-civitas; ciudad en latín-) suelen estar fuertemente jerarquizadas, y tanto los líderes espirituales/ideológicos como los más poderosos promueven estas ideas: los que han llegado al poder lo han conseguido por méritos propios, no lo han buscado con fines egoístas, y están para servir al pueblo. Y la mayoría de las veces, vemos que esto no es así: casos de corrupción, "enchufes", abusos de poder, mediocridad generalizada, sangrante cortoplacismo, puñaladas traperas, pucherazos...
Son ejemplos que nos recuerdan que estos dirigentes han llegado a donde están con unos objetivos muy concretos, y que suelen servirse a sí mismos para olvidarse de los demás.
Pero nosotros no podemos lidiar con la idea de que somos semejantes a estos individuos poderosos (a pesar de que sólo son un reflejo de nuestra sociedad). No podemos lidiar con la idea de que manipulamos a nuestro prójimo ni tampoco con la idea de que somos "malos".
Esto que nosotros hacemos (manipular a los demás) entra en conflicto con los valores que se nos han inculcado (manipular a los demás te convierte en mala persona). Esto genera un choque, una molestia dolorosa, conocida en psicología como "disonancia cognitiva". Estas disonancias suelen provenir de valores "morales" con las que se nos ha educado que están en conflicto con lo que hacemos. A mayor conflicto entre la teoría (somos "buenos") y la práctica (nos comportamos "mal"), mayor será la disonancia. Lo que hacemos en estos casos es simplemente reducir esa tensión interna de alguna forma: ya sea no pensando en ella y poniendo la atención en otra cosa, racionalizando nuestras acciones, y/o comparándonos con aquellos que, según la escala de valores del momento, sean mucho más "malos" que nosotros. Nos damos excusas a nosotros mismos para ser "malos" a veces.
Esto nos hace sentir mejor, porque en estas ocasiones la verdad resulta demasiado dolorosa de soportar, y es más fácil racionalizar nuestros actos y decirnos que no somos tan "malos", o que en realidad estábamos haciendo el "bien".
Así -a través del autoengaño- nos protegemos a nosotros mismos de percibir nuestra propia imagen como algo negativo bajo la escala de valores que nos han inculcado, ya que percibirnos a nosotros mismos como "malos" es doloroso.
Nuestra capacidad de autoengaño nos ha ayudado a crear la falsa noción de que manipuladores sólo hay unos pocos y de que son muy buenos en ello, cuando en realidad manipuladores somos prácticamente todos, y la mediocridad en este aspecto abunda bastante. Nos esforzamos por trazar líneas divisorias que, en la mayoría de los casos, no están ahí.
Ahora que vamos entrando en materia, ¿cuáles son nuestras principales emociones? Las emociones básicas con las que contamos los seres humanos y otros animales son la alegría, la ira, el miedo, el asco, la tristeza, y la sorpresa.
Las emociones aparecieron en la mente humana como herramientas adaptativas a entornos cambiantes: están dirigidas a favorecer la supervivencia y la reproducción de los individuos de la especie. Sin embargo, en la vida moderna, las emociones han perdido parte de su utilidad, tanto a causa de manipuladores emocionales como por una pobre gestión emocional.
Antes de proseguir, quiero subrayar tres ideas centrales en torno a las que va a girar esta entrada y las siguientes relacionadas con este tema:
1-Todos somos manipuladores: unos de forma consciente, y otros de forma inconsciente/automática.
2-La mejor posición para aprovecharse de cualquier escenario es ser quien mejor gestiona las emociones (propias y ajenas): son necesarias altas dosis de templanza y autocontrol.
3-Hay una variedad ENORME de formas de manipular emocionalmente a otros individuos o grupos, y casi todas se basan en generar reacciones emocionales predecibles.
1-Todos somos manipuladores
El sistema de valores común a la mayor parte de las personas retrata al que busca activamente el poder como un ser mezquino y profundamente egoísta en el peor de los casos, o un control freak en el mejor, con todo un espectro de adjetivos calificativos entre ambos que no vamos a reproducir aquí, pero que en resumidas cuentas vienen a decir: mala persona.
En la primera entrada del blog ya anunciábamos que nunca íbamos a analizar nada de este blog desde un punto de vista moral, sino práctico. Entendemos que la "bondad" y la "maldad" son construcciones sociales, de mayor o menor utilidad, pero inútiles al estudio de las relaciones de poder.
La realidad es que las sociedades "civilizadas" (que viven en ciudades-civitas; ciudad en latín-) suelen estar fuertemente jerarquizadas, y tanto los líderes espirituales/ideológicos como los más poderosos promueven estas ideas: los que han llegado al poder lo han conseguido por méritos propios, no lo han buscado con fines egoístas, y están para servir al pueblo. Y la mayoría de las veces, vemos que esto no es así: casos de corrupción, "enchufes", abusos de poder, mediocridad generalizada, sangrante cortoplacismo, puñaladas traperas, pucherazos...
Son ejemplos que nos recuerdan que estos dirigentes han llegado a donde están con unos objetivos muy concretos, y que suelen servirse a sí mismos para olvidarse de los demás.
Pero nosotros no podemos lidiar con la idea de que somos semejantes a estos individuos poderosos (a pesar de que sólo son un reflejo de nuestra sociedad). No podemos lidiar con la idea de que manipulamos a nuestro prójimo ni tampoco con la idea de que somos "malos".
Esto que nosotros hacemos (manipular a los demás) entra en conflicto con los valores que se nos han inculcado (manipular a los demás te convierte en mala persona). Esto genera un choque, una molestia dolorosa, conocida en psicología como "disonancia cognitiva". Estas disonancias suelen provenir de valores "morales" con las que se nos ha educado que están en conflicto con lo que hacemos. A mayor conflicto entre la teoría (somos "buenos") y la práctica (nos comportamos "mal"), mayor será la disonancia. Lo que hacemos en estos casos es simplemente reducir esa tensión interna de alguna forma: ya sea no pensando en ella y poniendo la atención en otra cosa, racionalizando nuestras acciones, y/o comparándonos con aquellos que, según la escala de valores del momento, sean mucho más "malos" que nosotros. Nos damos excusas a nosotros mismos para ser "malos" a veces.
Esto nos hace sentir mejor, porque en estas ocasiones la verdad resulta demasiado dolorosa de soportar, y es más fácil racionalizar nuestros actos y decirnos que no somos tan "malos", o que en realidad estábamos haciendo el "bien".
Así -a través del autoengaño- nos protegemos a nosotros mismos de percibir nuestra propia imagen como algo negativo bajo la escala de valores que nos han inculcado, ya que percibirnos a nosotros mismos como "malos" es doloroso.
Nuestra capacidad de autoengaño nos ha ayudado a crear la falsa noción de que manipuladores sólo hay unos pocos y de que son muy buenos en ello, cuando en realidad manipuladores somos prácticamente todos, y la mediocridad en este aspecto abunda bastante. Nos esforzamos por trazar líneas divisorias que, en la mayoría de los casos, no están ahí.
2 - Mantener la calma es la mejor opción
Este punto tiene que ver con la inteligencia emocional. Como ya hemos explicado, a veces ciertas emociones fuertes pueden sobrepasar nuestro proceder racional, y lanzarnos a la tristeza, el miedo, la ira, el shock o el amor de una forma repentina.
Evitar que esto nos pase a nosotros y nuestros colaboradores es crucial, y hay escuelas filosóficas que han durado hasta nuestros días basadas en cómo liberarse de muchas emociones, tales como las expectativas, el deseo, el dolor, la frustración, y muchos otros avatares de la vida. Hablamos del budismo en Oriente, y del estoicismo en Occidente, como principales formas de relacionarse con el mundo. Ambas filosofías vitales se basan, a grandes rasgos, en desarrollar mecanismos y herramientas mentales para desligarse emocionalmente de lo que nos ocurre: no dejarse embargar por las emociones, sean las que sean, a fin de alcanzar algo parecido a la felicidad.
Esta filosofía de vida es útil como set de herramientas contra la manipulación emocional a la que nos enfrentamos en ciertas circunstancias, y nos facilita controlar y canalizar mejor nuestras propias emociones.
Pero ¿qué hay de cómo manipular a los demás? Si ya tenemos el estoicismo y el budismo, ¿para qué queremos aprender a intentar controlar a los demás?
¿No se supone que estas filosofías dan el camino a la felicidad?
Sí y no. Estas filosofías vitales pueden ayudarnos a conseguir las cosas a la vieja usanza: aprendiendo a no desesperar, a no tener expectativas, a ver que nuestro valor como persona no tiene nada que ver con los resultados que obtengamos.
Pero no nos van a empoderar más allá de nuestros propios límites. No nos van a dar más habilidades, ni más capacidad de influir en el mundo real. Sólo van a ayudarnos a cambiar nuestra percepción de la realidad.
Como ya expliqué al final de la primera entrada del blog, a veces es necesario instruir a otros a cómo hacer el "mal", porque es mejor minimizar daños que son inevitables a la larga, que perseguir a quien quiera hacer el "mal". Al final del día, quien quiera hacer algo "malo" va a acabar haciéndolo, por muchos impedimentos que encuentre, así que es mejor enseñarle a hacerlo de la forma menos dañina para todo el mundo.
Y este pensamiento tan práctico nos da pie a la segunda parte de este punto: una vez seas capaz de controlar tus propias emociones, podrás buscar herramientas para controlar las emociones de los demás.
Esto conecta directamente con la tercera entrada del blog: las cosas útiles para nuestros colaboradores, también lo pueden ser para nuestros competidores. Por eso debemos favorecer a nuestros colaboradores mientras coartamos a nuestros competidores. En la práctica, esto se traduce en ser dueño de uno mismo (sus reacciones, emociones, impulsos y pensamientos), mientras se procura que nuestros "enemigos" se dejen llevar fácilmente por pasiones, modas, apariencias y asuntos irrelevantes.
Un resumen de este punto podría ser el siguiente;
Aprender a canalizar nuestras emociones, a fin de evitar que otros vengan a canalizarlas en su propio beneficio, así como lo contrario: aprender a alterar las emociones de otros para canalizarlas en nuestro beneficio, mientras nosotros mantenemos nuestra autonomía emocional.
Se trata de un equilibrio que debe mantenerse a fin de conservar el poder. Un poder que consiste, mayormente, en controlar las emociones (propias y ajenas).
3-Las reacciones emocionales sólo son útiles a quienes saben canalizarlas
¿Cuántas veces hemos visto un niño con una rabieta, una valla publicitaria, un político de campaña, o un pavo real cortejando?
Todos ellos son exponentes de una misma cosa: gestión de la percepción ajena para conseguir una reacción emocional que acabe desencadenando la consecución de los objetivos del manipulador.
En el caso del niño, se busca causar vergüenza pública al padre. En el caso de la compañía anunciándose en la valla, se busca atracción por el producto. El político en campaña busca darnos esperanzas en su carrera política después de ser elegido, y el pavo real busca desencadenar la atracción sexual de la hembra.
Todos ellos buscar ganar algo: caprichos, dinero, votantes, o ventajas biológicas competitivas.
En la actualidad, casi todas las personas disponemos de herramientas culturales ("educación") que nos señalan la forma más aceptada o menos controvertida de comportarse, marcando unos límites entre lo que no es ordinario, y lo que es directamente ilegal. Esta cultura varía según el tiempo, el espacio, y los códigos comunicativos empleados, pero es más homogénea en naciones con políticas educativas centralizadas, escasa polarización ideológica, y buenas comunicaciones (analógicas y digitales).
Por ello, diferentes gestos tienen diferentes significados, así que según donde nos movemos, nuestras acciones tendrán unas reacciones emocionales u otras bien diferentes. Así que el manipulador emocional tiene que basarse en los lugares comunes, en aquellos elementos culturales que se encuentran en casi todas las culturas, cuando no se mueve por las grandes metrópolis del primer mundo. Y cuando no es así, debe conocer bien la cultura de su "interlocutor".
*Nota: En el futuro cercano hablaremos sobre los sistemas de valores, el dolor, y el autoengaño. Esto sólo ha sido un hito del camino.
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